viernes, 29 de junio de 2018

BREVE DATO DE LA MÚSICA AFROAMERICANA

SEGUNDA PARTE


Dentro de la cultura musical afroamericana encontramos el primitivo spiritual, que forma parte de un concepto musical  enraizado en el espíritu del esclavo africano, que fue con el tiempo ensamblado con letra y la música de los himnos de la tradición religiosa europea que en fase posterior fueron mezclados con instrumentos musicales; a finales del siglo XVIIII, el spiritual se da a conocer con el nombre de Góspel, al tocar las raíces de estos espirituales, encontramos hechos sucedidos en el periodo de la esclavitud, que forman parte de la historia que inspiraron a muchos cantores que contribuyeron con la creación de parte de la cultura musical Afroamericana.  Lo que conocemos como espiritual, en su fase más primitiva forma parte de la misma identidad africana.  La  enseñanza de la historia y de pasajes religiosos, es llevada a cabo en regiones de África, por grupos de cantores que van narrando los hechos, llenos de emotividad y espontaneidad entre las distintas congregaciones. El concepto fundamental de los spirituales, es el del llamado y respuesta; es el concepto fundamental de los espirituales: Una voz líder es rotada dentro del grupo de manera que cada uno dé su mensaje; “se puede percibir la idea de que cada quien anda a su manera, pero esto es parte de la estética africana, es la heterofonia, creada sonando distintos tonos a la vez; exponiendo con cada voz de los participantes una variante del tema”. Los contadores de historias llamados jeti que es el equivalente al vocablo francés griott, van narrando los pasajes históricos de generación en generación.  Los cantores narran pasajes bíblicos y las historias de sus héroes cumpliendo la función del historiador comunal o tribal.


Traídos de diferentes tribus y regiones, hablando distintos dialectos, durante la esclavitud la única manera posible en que se podían comunicar los negros era través del canto y los tambores.  Transcurrido algún tiempo, esta actividad de comunicación oral entre los esclavos, de trascendental importancia, les fue prohibida por los esclavistas, quienes sentían temor a las fugas y rebeliones, que se podían producir, al utilizar esta forma de comunicación.  Estos señores blancos no podían imaginarse que no les seria tan fácil romper el vínculo entre la vida del negro y la música. Censurarle a un negro su estilo de expresión musical, característica de la cultura africana, es como arrancarle el alma que es el lugar donde guardan su música, aunque los esclavistas aseguraban que estos negros no tenían alma. Significativamente el elemento cultural que más contribuyo en la preservación en la vida del negro fue su música.  Estos señores blancos no podían imaginar que no les era tan fácil romper el vínculo entre la vida del negro y la música.  Reducidas las posibilidades de tener acceso al tambor el esclavo, crea una nueva e ingeniosa herramienta de comunicación, que consiste en pisar sobre una superficie dura de forma continua y rítmica; dando paso, de esta manera, a una primigenia danza conocida hoy como Tap Dance.   



Desde el Mississippi hasta la calle Rampart
Las notas de un saxofón me llevan hasta el moonwalk, pequeño paseo de madera ubicado en la orilla izquierda del Mississippi.  Con el pie izquierdo descansado sobre uno de los gruesos postes que sirven de soporte a la estructura de este fresco lugar construido de sólidas y resistentes maderas, ejecuta fragmentos de melodías conocidas.  Con algo de precaución me aproximo, una gran parte de estos músicos ambulatorios se sienten mejor cuando las personas se les aproximan a escuchar cortas inflexiones de Jazz y luego se retiran dejando algún reconocimiento en metálico.   Nobles almas migrantes que en el discurrir de sus trotamundas vidas no logran atravesar el umbral de los grandes escenarios reservados solo para unos pocos escogidos. Artistas de mucha dedicación y entrega a su arte publico, que al igual que los grandes muralistas de las grandes ciudades, sirven al deleite del caminante urbano. Sin tocar la cámara busco el punto visual más conveniente, entonces lo observo a través del visor de la cámara con la misma angustia que siente el cazador por temor de no poder realizar el disparo antes de que escape la presa, es el segundo maravilloso en que tu no estás, solo está él, solo está el objetivo, la emoción del momento, la belleza, la historia, es el pequeñisimo momento en que todo desaparece del entorno, es el momento de la transposición de la realidad del color, al blanco y negro,  es lo mágico que desaparece después que cierra el diafragma de la cámara. Feliz me retiro del lugar dejando atrás las monedas de cortesía y el Mississippi, el mismo que inundo la ciudad un año después de su fundación en 1718 y luego de 1835 a 1927, la inundo por nueve ocasiones más.  Cruzo el Riverfront Streecar y Decatur hacia el French Quarter. Justo al cruzar Chartres hacia la Cadetral San Luís miro hacia el oeste la esquina que se forma con San Luís donde se construyo The Girod House, popularmente conocida como la casa de Napoleón construida en 1814 por el alcalde de la ciudad Nicholas Girod con el propósito de refugiar a Napoleón Bonaparte, que según la historia, este iba a ser rescatado de Santa Elena y traído a Nueva Orleáns pero Napoleón murió antes de que se concretara el plan de traerlo hacia estos espacios bien cuadriculados de calles decoradas con la belleza de sus balcones que se preñan de erotismo y sensualidad en fiestas de carnaval. En la Plaza de Armas, rebautizada en 1851 en honor del general Andrew Jackson, héroe de la batalla de Nueva Orleáns, apreciamos la estatua del héroe montado en su caballo parado en dos patas, sostenido este solamente en las patas traseras.  Al frente está la Catedral St. Louis con su pequeño jardín en la parte de atrás hacia la vieja calle Royal lugar de múltiples galerías de arte y tiendas de coleccionistas de piezas de la guerra de secesión. Justamente detrás de la catedral St. Louis se forma la esquina de la calle Royal y la calle Orleáns bautizada así desde la fundación de la ciudad.  En su extensión cruza la calle Bourbon que era parte de la ruta del Tranvía 832 que tomo notoriedad cuando el dramaturgo Tennessee Williams escribió el éxito de Broadway Un Tranvía llamado Deseo. Al final de la calle Orleans se cruza con la calle Rampart que en su principio forma esquina con la calle Perdido.  Cuentan los narradores de historia de la Cressent City que muchos negros que vivían del otro lado de la ciudad en días Domingos y días de fiestas se iban por un camino que llamaban perdido que cruza Rampart así llegaban por esta vía hasta las periferias de la ciudad; y era de nombre perdido, aquel camino, hoy calle Perdido, porque los negros que tomaban esta ruta no regresaban muy a menudo al adentrarse en la vida nocturna de los bares de la ciudad.  Hay un número de jazz que escribió el trombonista Puertorriqueño Juan Tizol que tocaba con la banda de Duke Ellington titulado Perdido: Este tema existe vinculado al recuerdo de aquel lugar. Cuando estos negros se perdían por este camino hasta llegar a Rampart, encontraban en el lateral derecho de la calle una zona conocida como Storyville que fue el distrito de luz roja donde en los bares los asistentes eran deleitados con la música de maestros de la talla de Tony Jackson, Jelly-Roll-Morton Alfred Wilson, Albert Carron y también San Davis.Pero en el lateral opuesto de Rampar hay una extensión de terreno que ha sido bautizado como parque Louis Armstrong. Hay en este parque una gran estatua de Satchmo, sosteniendo en la mano izquierda su trompeta y en la mano derecha el clásico pañuelo, adyacente a la estatua está el Nacional Black Music Hall of Fame and Jazz Museum,  pero en el extremo superior del parque existe un área con una hermosa vegetación de nobles árboles centenarios. Al amparo de la noble sombras que ofrecen estos árboles, personas de distintas procedencias actúan para mantener vivo el recuerdo de hechos acontecidos en el lugar, aunque distantes en el tiempo, recogemos día a día una herencia venida de aquellos acontecimientos que nos llega hasta la parte más profunda de nuestro ser. Algunos llegaban de geografías distintas trayendo pesados tambores, otros de la geografía americana y los más cercanos veníamos del Caribe, pero todos con el único propósito de tocar los tambores en Congo Square, el lugar donde empezó todo.




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